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Viajes por las Américas 

No se frenaría en Nueva York, pues sus ansias de viajar le llevaron de allí directamente a Cuba, donde se sintió más relajado en contraposición al estrés de los rascacielos neoyorkinos. Antes de conocer la Isla la describió como pintoresca, una vez que partió la describió como un paraíso: “Esta isla es un paraíso. Cuba. Si yo me pierdo que me busquen en Andalucía o en Cuba”. Fue su primer país extranjero de habla hispana, y la experiencia no pudo ser mejor. Al regresar a España lo hizo cargado de energía para empezar proyectos como la creación de “La Barraca”.Con la proclamación de la II República empezó a participar en numerosos proyectos culturales que tenían como fin un mayor intercambio entre la cultura de las ciudades y los pueblos. La Barraca sin ir más lejos era un teatro para el pueblo. Se alejaba de la idea del público burgués madrileño para acercar las obras clásicas a todos, para transmitir cultura por toda España y todo el mundo, allá dónde fuera con sus viajes quería llevar la voz de los grandes autores clásicos del teatro español. Sus viajes y experiencias hicieron de él una persona diferente al resto, alguien con una visión emprendedora. Tenía la mente más abierta y por tanto era más libre, y quería transmitir esa libertad a los demás con su teatro. 

Su éxito se acrecentó, pero no en España, sino en Sudamérica. Tal fue así que marchó un tiempo para Argentina y Uruguay donde se hizo muy popular y donde consiguió un éxito económico importante con la representación de algunas obras. Una vez más fue un viaje lo que le hizo avanzar en la vida. Un viaje en el que no tan sólo conocía una cultura y sociedad nueva, sino que hacía grandes amistades, como la que estableció con el poeta chileno Pablo Neruda. Amistad que disfrutó poco, pues sin saberlo su tiempo se acababa. Al volver a España continuó más lanzado que nunca en el teatro, defendiendo el papel de éste como educador del pueblo, pero su visión era muy contraria a la de aquellos que estaban tomando el poder. Tal fue así que tan sólo un par de años después de su regreso, a la edad de 38 años, y en su Granada natal, Lorca fue detenido y poco después fusilado, poniendo así fin con violencia a la vida de un poeta que ya había conseguido su libertad viajando por España, por el mundo, y conociendo gentes de aquí y de allá que le enseñaron que no hay nada mejor como la mezcla cultural y la tolerancia. Un disparo a traición que acabó con su vida, pero no con sus ideales: Viajar, conocer, intercambiar, aprender, enseñar, respetar…vivir. 

Una vez más Lorca encontró una solución en el viajar, encontró una vía de escape hacia adelante y un camino a la madurez. Fue ésta su primera visita al extranjero; su primer encuentro con la diversidad religiosa y racial; su primer contacto con las grandes masas urbanas y con un mundo mecanizado. Casi podría decirse que su viaje a Nueva York representó su descubrimiento de la modernidad. Allí exploró el teatro en lengua inglesa, escuchó jazz y blues, conoció el cine sonoro, leyó a Walt Whitman y a T. S. Eliot, y se dedicó a escribir uno de sus libros más importantes, el que se publicó, cuatro años después de su muerte, con el título de Poeta en Nueva York. Fue un paso más en su apertura al mundo, un paso más en su crecimiento vital. 

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Viajes internacionales:
 Junio 1929 – Marzo 1930:
New York y Vermont (E.E.U.U.)
Marzo 1930 – Junio 1930:
La Habana (Cuba)
Octubre 1933 – Marzo 1934:
Buenos Aires y Montevideo (Argentina y Uruguay) 
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